… o cómo el amor real persiste a través del tiempo.
Escrita y dirigida por David Lowery, la película de drama y fantasía A Ghost Story comienza con la pareja que le dará vida a nuestra historia de amor. Es “nuestra” porque en el arte el amor de una persona comienza a ser el de todos; la empatía nos lleva a desdibujar los límites donde terminan los sentimientos de los personajes y donde comienzan los nuestros. Sin embargo, el eje real sobre el cual gira la trama es la casa que les sirve de hogar, operando como una suerte de protagonista inanimado.
Dentro de la misma, un hombre y su esposa tienen una vida común y corriente hasta que son separados por un accidente. El propósito de este hombre en la historia no acaba incluso después de su muerte. De hecho, a partir de ese punto podemos verlo representado como un fantasma de manera casi caricaturesca: una simple sábana blanca con dos aberturas circulares como ojos. Aunque no escuchamos una sola palabra más de él, conectamos con sus emociones, tan humanas como nunca. El músico acepta su destino en el otro plano mientras deambula en el mundo de los vivos desde el principio de los tiempos hasta el momento de su partida. La frase de Anne-Louise Germaine Necker sobre la fragilidad del tiempo como lo conocemos en función del amor calza perfectamente a lo largo de este relato visual: “El tiempo no debería componerse solamente de horas ni de minutos, sino de amor y de voluntad; tenemos poco tiempo cuando tenemos poco amor verdadero”.
A pesar de la naturaleza efímera de la vida del protagonista, es el valor del amor lo que lleva a la línea temporal a doblarse hasta crear un ciclo continuo. Es así cómo el fantasma se encuentra a sí mismo atrapado en esta casa, preso por la intriga que le ocasiona un solo secreto: las últimas palabras de su amada, escritas en un pequeño pedazo de papel y guardado en una grieta en la pared, costumbre que había mantenido desde pequeña al mudarse constantemente con su familia.
Este “fantasma” sufre todo un crecimiento para llegar a comprender la importancia de dicho papel. Antes estaba demasiado interesado en lo que ocurría en su antigua casa y en reclamar su pertenencia sobre esta, incluyendo el derecho sobre la mujer que ama, quien intenta formar un nuevo camino sin él y, eventualmente, decide dejar aquel lugar para lograrlo. Aferrado entonces a lo único que le queda de su esposa, entiende que su atención debe centrarse en ese último pedazo de ella guardado entre las paredes. Una vez que lo retira y logra leerlo, se desvanece por completo: su función en ese plano había terminado, el pequeño papel cae junto con la sábana en el suelo de la casa abandonada.
Como espectadores, el contenido de este escrito permanece oculto, dependiente de la interpretación de cada persona; un único mensaje con millones de posibilidades. Después de todo, si existía una persona con el derecho y cualidades necesarias para leerlo, era su esposo. El secreto entre dos enamorados nos demuestra nuevamente que lo más importante es el camino a pesar de las relucientes promesas en el destino prometido. No quedó más que silencio al finalizar la película, una oportunidad perfecta para reconciliarnos con la emoción profunda que evoca esta historia. Y al igual que sus personajes, no dejamos de vivirla al abandonar la pantalla, sino que se repite en círculos de principio a fin, en nuestra memoria, en nuestras acciones presentes y en las decisiones a futuro. Como todo lo que nace del amor real, persiste a través del tiempo.