¡No hay otra forma!

Algo que nos muestra con claridad la necesidad de cambios personales son las experiencias que vivimos

Hace poco estuve reflexionando sobre el hecho cada vez más común de que a nosotros los humanos nos cuesta mucho cambiar. A pesar de que si algo tenemos seguro en este mundo son cambios, por lo cual cada uno de nosotros deberíamos siempre estar dispuestos a hacer cambios en lo personal, usualmente seguimos haciendo lo mismo, no cambiamos, y de paso queremos que quienes cambien sean otros. Por supuesto, nos referimos a cambios personales para bien de todos, no solo para beneficio particular.


Algo que nos muestra con claridad la necesidad de cambios personales son las experiencias que vivimos. Aunque una experiencia que no ha sido bien analizada no sirve de casi nada. Hay personas que dicen haber vivido 20, 40, 60 años y en realidad no ha sido así. En tal caso habrán vivido un año 20, 40, 60 veces. Y por eso siguen cometiendo los mismos errores, porque nunca paran a buscar y analizar las lecciones que siempre hay cada vez que cometen esos errores. Por ejemplo, la tremenda vivencia que tuvimos todos con la pandemia, con todo lo impactante que fue, no sirvió de nada para quienes no buscaron y menos aún analizaron las lecciones que se derivaron de ella. Ni las individuales ni las colectivas. Y por eso siguen haciendo lo mismo, como si no hubiese habido pandemia.


La anécdota a continuación nos ilustra bien por qué es una necesidad cambiar en lo personal: Había una vez un águila encadenada a una estaca clavada en el suelo. Llevaba tanto tiempo dando vueltas en círculo, que abrió un surco en la tierra. Cuando al fin su amo decidió dejarla libre, le quitó la argolla metálica y la lanzó al aire para que volara, como cualquier otra águila. Pero ocurrió que, en vez de salir volando normalmente, dio unos cuantos aletazos y cayó de nuevo en el suelo. Y lo más sorprendente fue que, acercándose a su surco de siempre…¡se puso a dar vueltas otra vez! ¡Sin la cadena! ¡Sin el aro! ¡Solo por la fuerza de la costumbre!

Algo similar nos ocurre a nosotros los seres humanos. La mayoría prefiere permanecer con sus viejas costumbres, y por eso siguen viendo y viviendo siempre lo mismo. Por ello la única forma de que veamos cambios reales, es que cada quien haga los cambios personales que precisa hacer. Luego ¿por qué no comenzar YA cada uno de nosotros? ¿Con nuestro corazón, mente, espíritu y vida? Así el lugar y hasta el ambiente que nos rodea cambiarán…más aún ¡si iniciamos nuestros cambios con y por el poder del amor de Dios!


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La gran pregunta

Una vez que aceptamos la existencia de Dios, la gran pregunta que cada uno de nosotros deberíamos hacernos es: ¿Realmente estoy viviendo yo como si yo creyera que Dios existe?

A medida que en el transcurso del tiempo este mundo se torna cada vez más en uno muy confuso cuando menos, cobran mayor importancia y validez algunas preguntas que todos deberíamos estarnos haciendo de vez en cuando, por ejemplo: ¿Para qué estoy viviendo en este planeta?; ¿Existe algún propósito o no para mi existencia, que no sea el de reunir la mayor cantidad de dinero y bienes materiales que yo pueda?; ¿Para mí es importante comunicarme y tomar contacto con las personas que cada día están a mi alrededor?; ¿Estoy dispuesto o no a prestar atención a lo que realmente sucede a nuestro alrededor, no solo a lo que a mí me interesa en lo particular? Y la pregunta: ¿Existe Dios o no?

Si Dios no existe entonces dediquémonos a hacer solo lo que nos plazca, todo el tiempo; a sacar para nosotros el máximo provecho a todo, sin que nos importe para nada si al hacerlo causamos daño a otros ¡Seríamos muy tontos si no lo hiciéramos!


¿Pero…y si Dios existe? Si Dios existe, si existe algo más que sólo este mundo material y si algo más nos espera después de esta vida, ¿no nos convendría averiguar y prepararnos para ello? De hecho, la realidad no va a dejar de existir porque se ignore. Y por si fuera poco, lo correcto es correcto aunque todos estén en contra de ello, y lo falso es falso aunque todos estén a su favor.

Por todo esto va a ser cada vez más vital y significativo que tomemos la decisión individual de aceptar la existencia de Dios. Y no estamos hablando de un concepto tradicional de Dios, restringido al ámbito religioso. Sino de un Dios vivo real, que quiere conectarse individualmente con cada uno de nosotros, un Dios bueno, bondadoso y que nos ama profundamente. Que hace bien todas las cosas. No pasa por alto ni olvida nada. Lo sabe todo. Jamás dice: “Uy, no vi venir esa”. Nunca se atrasa. Es soberano, y su providencia toca cada aspecto de la vida de cada uno de nosotros. Asimismo detesta las guerras y todas las injusticias que cometemos los seres humanos gracias a la facultad inalienable con que hemos sido creados, nuestro libre albedrío. Sin embargo, él es un Dios de segundas oportunidades; y las pruebas, penalidades y pérdidas que soportamos en la vida pueden cooperar para nuestro bien en la medida en que depositamos nuestra confianza en ese Dios vivo, lo sigamos y permitamos que su espíritu obre en nuestra vida a fin de cumplir sus designios.

Finalmente, ante la abrumadora cantidad y calidad de pruebas y testimonios de ello, una vez que aceptamos la existencia de Dios, la gran pregunta que cada uno de nosotros deberíamos hacernos es: ¿Realmente estoy viviendo yo como si yo creyera que Dios existe?

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Una fiesta inolvidable

En un mundo tan confuso y muchas veces cruel como en el que vivimos, cada vez más estaremos urgidos de personas generosas, compasivas, sensibles

Hemos dicho asiduamente que nadie es una isla, que todos influimos de una forma u otra en otros, para bien o para mal. Por ello en un mundo tan confuso y muchas veces cruel como en el que vivimos, cada vez más estaremos urgidos de personas generosas, compasivas, sensibles. Que por cierto podemos ser cualquiera de nosotros que se lo proponga, en el preciso momento de que ocurran hechos que lo ameriten. Un ejemplo de ello sucedió en la siguiente historia de la vida real:

“La fiesta ocurrió de manera espontánea cuando Tony Campolo estaba de viaje en Haití. Se dirigía a su hotel y casi llegando se le acercaron tres muchachas adolescentes. Él se quedó pasmado porque cada una de ellas le ofreció sus servicios por solo diez dólares por toda la noche. Solo alcanzó a decirles: ¿Ustedes están seguras? a lo que ellas dijeron que sí. Entonces Tony les dijo: Ok, estoy en la habitación 210. Suban dentro de media hora. Les pagaré entonces…¡quiero que vengan las tres!

Se apresuró a llegar a su cuarto; enseguida llamó al administrador:

— ¿Me puede enviar al cuarto 210 todos los videos de dibujos animados de Walt Disney que tenga?

Luego llamó al restaurante. ¿Qué pidió?

— ¡Banana split! Que sean enormes ¡con todo! Con crema batida extra, repletos de jarabe de chocolate y muchas nueces. Son cuatro por favor.

A la media hora ya estaban los videos, las muchachas y los banana split. Las chicas se sentaron a un lado de la cama; comieron con ansia los helados y disfrutaron de un video tras otro hasta casi la una de la mañana, cuando la última se quedó dormida. Probablemente fue la mejor fiesta a la que habían asistido jamás, ¡y tal vez la única!

Tony miraba sentado aquellos pequeños cuerpos desparramados por la cama y pensó: “Nada ha cambiado. Mañana volverán a las calles. Mañana venderán su cuerpo por diez dólares cada una, porque siempre habrá hombres desalmados, sin ningún tipo de compasión, que destruirán la dignidad de niñas por diez dólares la noche”.

Entonces Dios le habló a su corazón y Tony percibió: “Pero por una noche dejaste que fueran niñas de nuevo. No les cambiaste la vida, pero por una noche les devolviste la niñez”.

Es muy triste que cosas como esta pasen en este mundo. Sin embargo, también nos recuerda que siempre podemos hacer algo, aunque sea poco, para que alguien vislumbre la esperanza de un mejor futuro, así sea más allá de esta vida. Seguro que esa noche sí dejó huella en el espíritu de esas muchachas, que sintieron el amor de Dios de una manera hermosa que nunca olvidarán. Aquel acto de bondad extraordinario plantó en ellas una pequeña semilla de amor que cambiaría algo; si no sus circunstancias, rotundamente sí su corazón y espíritu. Si no lo sabían antes, por lo menos en ese momento sí supieron que el amor verdadero existe…
 (Y en los instantes precisos lo recordarán en el futuro)

Así pues ¿valió la pena? ¡Claro que sí!


Extracto tomado y resumido de Let Me Tell You A Story, Tony Campolo


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La conexión

Si nos tomamos el tiempo suficiente para reflexionar un poco sobre todo lo que está sucediendo actualmente, hallaremos una circunstancia muy común en las distintas situaciones que se nos presentan cada día: un desgaste

En el artículo “La enorme diferencia” dijimos: “…en tiempos de confusión y oscuridad, lo que deberíamos hacer es aferrarnos a lo que sabemos que es verdad… ¿qué es verdad? Que Dios nos ama sin condiciones. Tanto que no podemos hacer que él deje de amarnos. ¿Cómo lo sabemos? Porque su amor se basa en quién es él, no en lo que nosotros hacemos”. Este hecho es y será extremadamente importante en adelante, ya que cuando logramos creer y adquirir con firmeza en nuestra conciencia que efectivamente el Dios vivo que todo lo puede nos ama sin condiciones previas, entonces vamos a estar mejor preparados y dispuestos para afrontar los problemas que hoy día están aconteciendo, a veces de manera agobiante. Porque para empezar cuando una circunstancia exigente se comienza a sentir abrumadora, o cuando la presión de la rutina diaria empieza a parecer insoportable, una reacción muy común de nuestra parte es el deseo de escapar, de huir a algún lado. Pero si elegimos quedarnos en vez de huir, vamos a aprender cosas que de otra forma no será posible, algunas capacidades de las que hablaremos en otra entrega. Un ejemplo sencillo de esto lo vemos en los agricultores que esperan a que crezcan sus preciosas cosechas. Ellos no huyen, o se van si las lluvias demoran mucho, o por otra razón, sino que esperan pacientemente por estas para que dichas cosechas se hagan realidad.

Si nos tomamos el tiempo suficiente para reflexionar un poco sobre todo lo que está sucediendo actualmente, hallaremos una circunstancia muy común en las distintas situaciones que se nos presentan cada día: un desgaste. Un desgaste que nos agobia, porque muchas veces hasta la más mínima cosa que nos ocurre se vuelve difícil. A veces eso nos induce a interactuar con la naturaleza, como por ejemplo caminando por la playa o en las montañas. Porque, aunque seamos poco conscientes de ello o ni siquiera lo seamos, de esa forma percibimos de cerca la presencia de Dios. Captamos su eterna perfección y amor. Por ello ante las situaciones desgastantes de la vida actual, se está volviendo una necesidad, y una urgente, dar esos pasos que nos llevarán a lugares que de otra manera no vamos a conocer y a experimentar. Y todo va a empezar cuando decidamos acercarnos y aprendamos a conocer de cerca a aquel que nos ama y comprende como nadie más.

Dios creó un anhelo por él en el corazón de cada ser humano. Dios ha puesto dentro de nosotros ese anhelo por su presencia, para que nuestro espíritu anhele la conexión con él. Y esto es otra cosa muy importante a la que podremos aferrarnos con plena confianza. Los invito a buscar esa conexión con el mayor entusiasmo posible.

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La enorme diferencia

Luego, en tiempos de confusión y oscuridad, lo que deberíamos hacer es aferrarnos a lo que sabemos que es verdad… ¿qué es verdad? Que Dios nos ama sin condiciones. Tanto que no podemos hacer que él deje de amarnos

En estos días estuve reflexionando sobre cuánto puede hacer una gran diferencia el solo hecho de prestar más atención de manera regular. Y uno de los ejemplos que pensé fue que muchas cosas que suceden en la vida, tanto respecto a lo físico como a lo espiritual, se pueden establecer como un paralelo de algunas otras lecciones importantes que necesitamos aprender. Hoy quienes creemos en un Dios vivo que todo lo puede, que todo lo sabe, que está en todas partes y que nos ama profundamente, conmemoramos un evento que resultó determinante precisamente para nuestra fe en él: la Resurrección de Jesús. A continuación un resumen de un paralelo que podemos instituir a consecuencia de dicho evento de tan gran magnitud:

Como sabemos, en la vida siempre hay momentos de crisis, algunos de alcance global, como la pandemia de Covid reciente, otros de impacto más local, como el caso de una mujer durante su embarazo y luego al pasar por dolores de parto. El evento de la Resurrección de Jesús nos muestra que un gran sufrimiento y hasta una muerte atroz terminó en su resurgir con gran júbilo, así como la angustia de la madre se convierte en gran alegría al nacer su hijo.

Luego, en tiempos de confusión y oscuridad, lo que deberíamos hacer es aferrarnos a lo que sabemos que es verdad… ¿qué es verdad? Que Dios nos ama sin condiciones. Tanto que no podemos hacer que él deje de amarnos. ¿Cómo lo sabemos? Porque su amor se basa en quién es él, no en lo que nosotros hacemos.

En medio de la confusión en que hoy vivimos, mucha gente ha sido y sigue siendo lastimada física, emocional y espiritualmente. Pero resulta que Dios se especializa en sacar lo bueno de lo malo. Cualquier persona puede sacar lo bueno de lo bueno, pero Dios se especializa en sacar lo bueno de lo malo. De hecho eso fue lo que hizo al convertir una crucifixión en una resurrección.

Por otro lado, hay cosas en nuestra vida que no nos gustan de nosotros mismos y que quisiéramos cambiar. Pero no podemos. La fuerza de voluntad no es suficiente. Funciona a corto plazo, pero solo hasta ahí. Sólo el poder de Dios puede lograrlo. Se necesita más que nuestro esfuerzo. Se necesita más que el pensamiento positivo. Este solo funciona en cosas que podemos controlar. ¿Y qué pasa con las que no podemos controlar?

En fin, gracias a la Pascua de Resurrección, la esperanza del hombre ya no está limitada al ámbito de sus posibilidades humanas. Si decidimos creer que Jesús resucitó, y que con ello dejó atrás la muerte, la cruz y todo el pesar que la precedió, ahora nosotros también podremos dejar atrás todo sufrimiento, angustia o tribulación, porque tenemos la esperanza cierta de que algún día todo esto terminará, y en última instancia ni la muerte podrá oponerse a ello, por lo que siempre en algún momento vamos a poder comenzar de nuevo y seguir adelante. Basta con tomar la decisión muy personal de creer, algo que depende exclusivamente de cada uno de nosotros.



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¡Vivo!

Con la ayuda de ese mismo Dios, nuestro futuro puede estar lleno de estupendos éxitos y satisfacciones, que compensarán con creces los desencantos del ayer. Y todo eso puede empezar hoy

Hoy comienza la semana en que el mundo cristiano conmemora la muerte y resurrección de Jesús. Por ello en esta entrega quisiera hacer un sencillo homenaje a quien, solo por amor verdadero, hizo el mayor sacrificio que registra la historia humana, y cuyo significado real se nos hace muy difícil comprender, más aún en un mundo con tantas cosas que a menudo nos distraen de lo que es más importante:

Hubo un tiempo en que Dios decidió manifestarse por sí mismo a los humanos, y lo hizo en la persona de Jesús. Él no solo asumió nuestra condición humana; también adoptó nuestro modo de vida, costumbres, idioma, ropa, para poder comprendernos mejor y comunicarse con nosotros en el plano de nuestro entendimiento humano. Se dedicó a ir por todas partes haciendo el bien, dando de comer a los hambrientos, sanando a los enfermos y alegrando y reconfortando a los tristes y angustiados. Tan simple era su religión basada en el amor, que aseguró que había que ser como un niño para aceptarla (ver Mateo 18:3). En resumen evidenció con hechos que amaba a todos, sin excepción.

Enseguida unas palabras de un gran sabio que revelan resultados del evento que se conmemora esta semana:

La vida se compone de las pequeñas decisiones que tomamos todos los días. Las decisiones del pasado tuvieron su efecto en su momento, pero cada día puede ser un nuevo comenzar. Sea lo que sea que haya pasado hasta ahora, hoy tenemos la ocasión de tomar buenas decisiones.

No perdamos tiempo reviviendo el dolor que nos ocasionan los errores y las decisiones equivocadas del ayer. No podemos alterar el pasado, pero sí podemos forjar nuestro futuro empezando hoy. Aprovechemos al máximo el presente, sin importar las circunstancias en las que nos encontremos.

Aprendamos de nuestros errores y dejémoslos atrás. Perdonemos a quienes nos hayan ofendido y pidamos perdón a quienes nosotros hayamos ofendido. No nos resultará fácil, pero hagamos el esfuerzo de hacerlo hoy mismo. Acudamos al Dios vivo y a sus palabras en busca de valor y esperanza. Hoy mismo podemos concebir nuevos sueños y fijarnos nuevas metas. Empleemos el tiempo de que disponemos hoy en lo que es realmente importante: amando a nuestra familia, cultivando nuestras amistades, dando más de nosotros a quienes se crucen en nuestro camino. Empecemos hoy a hacer mejor las cosas.


Con la ayuda de ese mismo Dios, nuestro futuro puede estar lleno de estupendos éxitos y satisfacciones, que compensarán con creces los desencantos del ayer. Y todo eso puede empezar hoy.

Procuremos ver a Jesús no solo en la cruz, en un crucifijo, en sufrimiento y muerte, sino vivo…para ello ¡pidámosle que viva en nuestro corazón!


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Ser alguien con quien se pueda contar

A pesar de que en estos tiempos para muchos esta temporada tiene una finalidad netamente comercial, eso no debe minimizar en nada la importancia de la Navidad para quienes creemos en su verdadero significado

Estamos empezando un mes muy especial del año, Diciembre, aunque antes que nada quisiera expresar mis sentimientos de consideración y respeto a quienes hayan perdido seres queridos, o hayan tenido un tiempo muy difícil por cualquier circunstancia en una época como esta. A pesar de que en estos tiempos para muchos esta temporada tiene una finalidad netamente comercial, eso no debe minimizar en nada la importancia de la Navidad para quienes creemos en su verdadero significado. Que no es otro que la época cuando se ha convenido en conmemorar el evento más sobresaliente de la Historia: que el “Amor” en persona vino a este mundo. Por ello, a continuación una historia que resalta lo que el amor verdadero puede llegar a hacer en nuestras vidas, y que aunque dicha historia narra hechos que no son usuales, cualquiera puede decidir tomar acciones únicamente por amor, que de verdad hagan una diferencia en la vida de otra o de otras personas…en realidad es cuestión de decidirse a comenzar con lo que sea que esté en nuestras posibilidades:

“En una visita al Sahara en 1883, un rico joven francés llamado Charles Eugène, vizconde de Foucauld, quedó cautivado por el desierto y sus habitantes. Dejando atrás el dinero y su posición social, se ordenó sacerdote, y en 1902 instaló una misión en Tamanghasset, al sur de Argelia.

Allí, pasando grandes privaciones, dedicó su vida a los tuareg. Los tuaregs son un pueblo bereber de tradición nómada del desierto del Sáhara. Su población se extiende por seis países africanos: Argelia, Libia, Níger, Malí, Mauritania y Burkina Faso. Charles fue para ellos médico, proveedor en momentos de escasez y amigo. Vivió entre los altos riscos de Ahaggar, donde se construyó una ermita. En 1916 fue asesinado, probablemente no de modo intencional, durante un alzamiento ocurrido en Tamanghasset.

En una ocasión Ahmud, quien trabajaba como guía, conducía a unos visitantes a la cumbre de Assekrem en las montañas de Ahaggar. Después del amanecer, Ahmud llevó al grupo cerca de una choza en la montaña. Uno de los viajeros señaló:

−Pareciera que alguien vivió aquí.

−Ah sí −respondió Ahmud, con la vista perdida en la distancia, como si reviviera un momento muy emotivo. Era la ermita de un querido amigo de nuestro pueblo. Aunque ha muerto, su bondad hacia nuestra tribu sigue viva en nuestro recuerdo.

− ¿Qué hacía él?

−Venía de tierras lejanas, como ustedes. Era rico y poseía mucho oro, pero lo renunció todo para vivir con nosotros y ayudar a nuestro pueblo.

− ¿Por qué hizo eso? –le preguntaron.

−Nosotros nos preguntábamos lo mismo. En realidad, fue un milagro que viniera. No sé si sabrán que la palabra árabe tuareg significa dejado de la mano de Dios. A veces nos hemos sentido así. Sobre todo cuando no llueve en varios años y no encontramos agua ni pastos para nuestros rebaños. Hubo un tiempo en que éramos un gran pueblo. Vivíamos de asaltar caravanas y comerciar en oro, marfil y esclavos. Eso era hace tiempo. Ahora somos pobres y venidos a menos. Muchos han muerto en la hambruna sin esperanza.

−Nos sorprendió que alguien quisiera vivir en esta tierra. Nosotros nacimos aquí, pero nuestro amigo decidió dejar su rico país para estar con nosotros. Explicó que Dios le había hablado al corazón pidiéndole que nos manifestara su amor para que supiéramos que no nos había abandonado. Les contaré una anécdota:

−En una ocasión, me perdí en una tormenta de arena y no podía volver a mi casa. Me había caído del camello y no podía caminar. La arena me azotaba sin misericordia. Pensé que moriría. Entonces sentí dos brazos que me levantaban y me traían hasta esta cabaña. Él me dio de comer y de beber y me curó las heridas.

−Le pregunté por qué arriesgó su vida para salvarme, y contestó que lo motivaba el amor de Dios. Me dijo que cuando somos bondadosos con el prójimo manifestamos la bondad de Dios.

−Me habló del amor de Dios y de Al Massih, el Mesías, que fue enviado desde el Cielo para salvarnos de nuestro sufrimiento y es el agua de vida. Mi amigo dijo que venía en Su nombre, y que si bebía del pozo de vida de Al Massih jamás volvería a tener sed.

−Cuando vi la bondad de mi amigo, creí lo que me decía. Percibí el amor del que hablaba cuando visitó a mi hermano y lo ayudó a salir de la cárcel; cuando asistió en el parto de la esposa de mi amigo; cuando ayudó a nuestra aldea a estudiar dónde cavar un pozo y cómo depurar el agua; cuando componía los huesos fracturados para que ninguno quedara inválido; cuando le contaba mis penas y no me rechazaba, sino que me acogía como a un hermano. Ahora también creo en Al Massih, y quiero manifestar su amor.

En un instante Ahmud se levantó y dijo:

−Es hora de partir.

− Gracias por contarnos esa parte de su vida. Cuando volvamos a nuestro país nos llevaremos este recuerdo en el corazón −aseguró respetuoso un caminante.

−Es lo que él habría querido.” Curtis Peter Van Gorder


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Es nuestra actitud

La vida es dura para todos los seres humanos, pasamos por pruebas y experiencias dificultosas, pero a la vez es la manera más probable de que podamos aprender cosas importantes; entre ellas la posibilidad de que se fortalezca nuestro carácter

En un mundo conflictivo, injusto y donde todos cometemos errores que a veces pueden hacer daño a otros, es normal que todos pasemos por experiencias difíciles y duras. Y todos debemos decidir por nosotros mismos si permitiremos que esos escollos nos mejoren o nos amarguen.

La vida es dura para todos los seres humanos, pasamos por pruebas y experiencias dificultosas, pero a la vez es la manera más probable de que podamos aprender cosas importantes; entre ellas la posibilidad de que se fortalezca nuestro carácter. Es decir que la adversidad puede llegar a beneficiarnos, y mucho, si la afrontamos con la actitud apropiada.

A continuación tres ejemplos de situaciones que ocurren en la naturaleza, y que muestran cómo ella también se beneficia de la adversidad:

  1. En una ocasión dijo un biólogo que una vez vio a una hormiga llevar una hebra de hierba, que parecía una carga excesiva para ella. La hormiga llegó hasta una grieta en el suelo que era tan amplia como para poder cruzarla. Se quedó un rato como analizando la situación, luego puso el trocito de hierba sobre la grieta y cruzó por encima de ella. ¡Qué hermosa lección para toda la humanidad! ¡Las cargas de una persona pueden servirle para hacer un puente hacia el progreso!
  2. El capullo de cierta polilla tiene la forma de una botella de cuello estrecho. Para que el insecto aparezca en perfecto estado debe abrirse paso por el cuello del capullo a lo largo de varias horas de gran esfuerzo. Se cree que la presión a que se somete el cuerpo de la polilla es un mecanismo de la naturaleza para causar la irrigación debida en sus alas. Cierta vez una persona se detuvo a observar ese duro proceso y, movida por la compasión, tomó unas tijeras y cortó las hebras que dificultaban la libre salida del insecto. Pero sus alas no llegaron a abrirse, y pasó su corta vida arrastrándose, en vez de volar por el aire reflejando la luz en sus alas. Al ver sufrir a las personas, procuremos verlas con compasión sincera, no con apreciaciones apresuradas. Los seres humanos tenemos la tendencia a no ver más allá de lo inmediato. Tal vez Dios prefiera que alimentemos su valor en medio de las penalidades, animándolas y recordándoles su amor y sus cuidados por ellas.
  3. La planta trepadora se aferra al roble en las tormentas más inclementes. Aunque la violencia de las fuerzas de la naturaleza arranque al roble de raíz, los zarcillos seguirán abrazados a él. Si la trepadora está del lado opuesto a la dirección del viento, el roble le servirá de abrigo. Al contrario, si queda expuesta al vendaval, la fuerza de éste la apretará más reciamente contra el tronco. En algunas de las tormentas que pasamos en la vida, Dios interviene y nos da abrigo; en otras nos deja al descubierto, para que seamos empujados con más fuerza hacia Él.

En resumen, no son las circunstancias las que realmente definen nuestra condición; es nuestra actitud frente a ellas. Allí radica la gran diferencia.

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Un ancla sólida

Nuestra alma no puede encontrar verdadera paz y certeza aferrándose a lo que ve en sí misma, sino aferrándose a algo muy grande afuera, como el amor inmenso y verdadero que Dios tiene por nosotros…

Recién finalizada la Semana Santa pensaba sobre los eventos que se conmemoraron, ocurridos hace 2.000 años. Esa reflexión me llevó a su vez a otras:

1. Desde tiempos inmemoriales el ancla fue considerada símbolo de seguridad. Además, así como no se puede fondear un barco aferrando su ancla a algo que esté dentro de sí mismo, nuestra alma no puede encontrar verdadera paz y certeza aferrándose a lo que ve en sí misma, sino aferrándose a algo muy grande afuera, como el amor inmenso y verdadero que Dios tiene por nosotros, un amor tan grande que llegó al extremo inconcebible de hacer por nosotros lo que hizo hace 2.000 años. Y si aprendemos a confiar de verdad en esa ancla, podremos acudir con plena seguridad a ella cada vez que nos encontremos inmersos en las tempestades más grandes. Además ocurre que para entender el valor de un ancla uno tiene que haber sentido la tormenta. No hay otra manera. Para tomarlo muy en cuenta mientras pasamos la tempestad del Covid-19.

2. Si algo deberíamos haber aprendido de las crisis recientes es que cuando en los buenos tiempos nos sentimos satisfechos de nosotros mismos y de nuestros logros, eso puede ser peligroso e ilusorio, en especial cuando hace crecer un orgullo a veces desmedido en nosotros. Hoy día lo podemos entender con más claridad, cuando hemos visto derrumbarse muchas cosas que creíamos firmes y estables. Y de ello puede surgir algo muy positivo: a) Aconteciendo las tormentas, también se ha derrumbado ese orgullo que nos es tan perjudicial, aunque no nos demos cuenta de ello. Y dicho orgullo puede ser remplazado por un nuevo sentido de humildad, que nos permitirá entender realmente por qué ocurren muchas cosas, a la vez que errores que hemos cometido a causa de ese orgullo. Y también se ha remplazado la falsa ilusión de que teníamos el control de nuestras vidas por la certeza de que no era así, ya que no es lo mismo pensar esto que vivirlo; b) Lo anterior nos ha sacudido hasta lo más profundo, lo cual ha abierto la puerta a conocer a Dios de verdad, porque todo lo demás ha fallado. Ya queda de nuestra parte profundizar y perseverar en este conocimiento o no.

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