Cuando una sociedad se encuentra en crisis, penosamente algunos de nuestros hábitos comunes pueden llegar a ser muy negativos
Se dice que el ser humano es un animal de costumbres, lo cual en la práctica se muestra muy cierto. Podemos ver distintos ejemplos en el solo accionar cotidiano de cada uno de nosotros. Si hacemos una pausa deliberada y libre de prejuicios, y precisamos varias costumbres que tenemos, nos percataremos de que algunos de esos hábitos son positivos pero otros no lo son tanto, y algunos hasta son negativos. Y cuando una sociedad se encuentra en crisis, penosamente algunos de nuestros hábitos comunes pueden llegar a ser muy negativos.
Por ejemplo, el hábito de quejarse es uno que con frecuencia se observa en esas condiciones, así como también el de ver todo negativo, el de la avaricia, y el de la mezquindad . Y además de que los efectos de estos hábitos pueden llegar a ser muy nocivos, lo peor de todo no es solo eso, sino que sin darnos cuenta estaremos modelando ese tipo de actitudes para muchas personas, entre ellas para niños, adolescentes y jóvenes, además de para algunas personas que tienden a ser muy influenciables. Lo cual a su vez tendrá un efecto negativo obvio en una sociedad, que es probable que aumente a medida que las nuevas generaciones vayan creciendo y haciéndose adultas con esa mentalidad.
Es por todo esto que urge que desarrollemos cada vez más hábitos positivos que produzcan un efecto contrario a los mencionados, como por ejemplo que en medio de circunstancias negativas aprendamos a buscar lo bueno y los aprendizajes valiosos y eficaces. Otro ejemplo: en medio de una crisis, mientras más fuerte sea esta, en lugar de volvernos más mezquinos y avaros, que es lo que sucede usualmente, deberíamos fomentar el hábito de la generosidad.
A continuación un relato real del periodista John K. Lagemann sobre la influencia tan importante que puede tener la generosidad, sin que forzosamente ésta tenga que ver con dinero o algo material:
Un profesor de sociología envió a su clase a un barrio pobre de Baltimore (EEUU) con el fin de entrevistar a 200 chicos y predecir cómo sería su futuro. Sus alumnos, impresionados por las condiciones del lugar, predijeron que cerca del 90% de los muchachos entrevistados algún día irían a parar a la cárcel.
Veinticinco años después, el mismo profesor asignó a otra clase que fuera a averiguar cómo habían resultado las predicciones. De los 190 jóvenes originales que fueron ubicados, solo 4 habían estado alguna vez en prisión.
¿Por qué la predicción estuvo tan equivocada? Más de cien de los entrevistados recordó que una profesora de secundaria, de nombre Shelia O´Rourke y que tenía ya más de 70 años, había sido de inspiración para sus vidas. Tras una larga búsqueda la ubicaron. Sin embargo, cuando le pidieron que explicara la influencia que había ejercido sobre sus antiguos estudiantes, no supo qué decir.
—Lo único que puedo decir, dijo finalmente, es que quise mucho a cada uno de ellos.
Fue suficiente que la profesora no solo se dedicara a cumplir su labor docente, sino que además tuviera tal generosidad que la llevó a interesarse sincera y fielmente en la suerte de cada uno de sus alumnos, lo cual cambió drásticamente el destino de casi todos ellos. Y a ese milagro se llega con un corazón generoso.
Seguidamente un relato más anecdótico pero que entraña genuinamente el principio que estamos intentando trasmitir en esta entrega, y que además sí involucra el tema de la generosidad basada en lo material:
Se cuenta que había un monasterio cuyo abad era muy generoso. Jamás negaba alojamiento a un mendigo y siempre daba todo lo que podía. Y aunque fuese raro cuanto más daba, más próspero se volvía el monasterio.
Al morir el viejo abad, fue sustituido por otro de naturaleza totalmente opuesta. Era mezquino y muy tacaño. Un día llegó un anciano al monasterio pidiendo refugio. Aducía que años antes le habían dado resguardo una noche. El abad se lo negó, alegando que el monasterio ya no podía darse el lujo de hacer honor a su otrora hospitalidad.
—Nuestra abadía ya no puede ofrecer pensión a los extraños como lo hacíamos cuando éramos más prósperos. Ya nadie hace ofrendas para nuestra obra.
—No me extraña —dijo el anciano. Se debe a que sacaron a dos hermanos del monasterio.
—No recuerdo que hayamos hecho eso —respondió el abad desconcertado.
—Sí lo hicieron —replicó el anciano. Eran gemelos. Uno se llamaba «Da» y el otro «Se te dará». Como echaron a «Da», «Se te dará» resolvió irse también con él.
En fin, que mientras más estemos rodeados de problemas y situaciones negativas, más requeriremos de formar, desarrollar y hasta enseñar a otros el hábito de ser generosos, tanto con nuestro dinero como con nuestros recursos personales inmateriales.
Sin embargo, también creo que cuando haces algo bueno a los demás, las bendiciones vienen a ti también. Así que si no tienes un amigo, sé un amigo. Si estás teniendo un mal día, alegra el día de alguien más. Si tus sentimientos han sido heridos, sana los de otro – Nick Vujicic
Si quieres conversar con respecto a este tema, puedes escribirme a agusal77@gmail.com
@agusal77