«No está aquí…ha resucitado»

Él siempre ha estado allí…incluso tal día como hoy resucitó, y venció a la muerte para siempre, para luego llegar a decirnos: y he aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo

Hoy el mundo cristiano (católico y protestante) celebra el suceso más impresionante y singular de toda la historia: la resurrección de Jesús. De acuerdo a varios historiadores y apologistas hay argumentos sólidos que demuestran que la resurrección de Jesús sucedió en verdad.

Hay una historia en los Evangelios de cuando Jesús se quedó dormido estando en una barca con sus apóstoles, y en medio de una tempestad estos le dicen: Señor sálvanos que perecemos, y allí Jesús se levanta y ordena a la tempestad que pare, a lo que ellos dicen: ¿Qué hombre es éste que aun el viento y el mar le obedecen? (Mateo 8:27). Habiendo estado con él durante un tiempo, viendo muchos milagros que estaba haciendo, aún así les costaba entender que habían estado en la presencia del Hijo de Dios. Una vital reflexión de hoy día sería que, a pesar de las tormentas de la vida, de todo lo que estamos viendo y viviendo: guerras, catástrofes naturales, conflictos de todo tipo, la pandemia reciente que afectó a todos de alguna manera, etc. nunca se nos olvide todas las veces que el Señor nos ha sacado de situaciones que en su momento parecían hasta imposibles. Él siempre ha estado allí…incluso tal día como hoy resucitó, y venció a la muerte para siempre, para luego llegar a decirnos: y he aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. Amén (Mateo 28:20b v. RV60). Es decir que a pesar de todos los pesares, nunca se nos olvide que el capitán resucitó, está vivo, y por eso sigue al mando del barco.

A continuación algunas reflexiones sobre la resurrección:

  1. En la vida mucho depende, en todas las áreas, de en qué creemos. En un mundo donde la gente cree en todo, a veces le cuesta creer lo que realmente es verdad y más importante
  2. La resurrección de Jesús es uno de los sucesos mejor documentados; incluso según Billy Graham hay más pruebas de que Jesús resucitó que las pruebas de que vivió Julio César o que Alejandro Magno murió a la edad de treinta y tres años
  3. Ella prueba que hay vida después de la muerte. Gracias a la resurrección de Jesús, la esperanza del hombre ya no está limitada al ámbito de sus posibilidades humanas, si elegimos creer en ello
  4. Prueba también que Jesús es quien afirmó ser, el Hijo de Dios y Dios mismo
  5. El escritor Charles Colson dijo: Tengo la certeza de que la resurrección es un hecho y Watergate me lo demostró. ¿Cómo? Porque 12 hombres dieron testimonio de que Jesús había resucitado, luego lo proclamaron por 40 años, y ni una sola vez lo negaron. Todos fueron golpeados, torturados, apedreados y encarcelados. No habrían resistido si no fuera verdad. En Watergate estuvieron involucrados 12 de los hombres más poderosos del mundo… y no pudieron sostener una mentira por 3 semanas. ¿Me dicen que los 12 apóstoles pudieron sostener una mentira por 40 años? Absolutamente imposible.

Finalmente una pregunta para hacernos cada uno:

¿En mi vida de verdad yo actúo como si Dios estuviera vivo?

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La enorme diferencia

Luego, en tiempos de confusión y oscuridad, lo que deberíamos hacer es aferrarnos a lo que sabemos que es verdad… ¿qué es verdad? Que Dios nos ama sin condiciones. Tanto que no podemos hacer que él deje de amarnos

En estos días estuve reflexionando sobre cuánto puede hacer una gran diferencia el solo hecho de prestar más atención de manera regular. Y uno de los ejemplos que pensé fue que muchas cosas que suceden en la vida, tanto respecto a lo físico como a lo espiritual, se pueden establecer como un paralelo de algunas otras lecciones importantes que necesitamos aprender. Hoy quienes creemos en un Dios vivo que todo lo puede, que todo lo sabe, que está en todas partes y que nos ama profundamente, conmemoramos un evento que resultó determinante precisamente para nuestra fe en él: la Resurrección de Jesús. A continuación un resumen de un paralelo que podemos instituir a consecuencia de dicho evento de tan gran magnitud:

Como sabemos, en la vida siempre hay momentos de crisis, algunos de alcance global, como la pandemia de Covid reciente, otros de impacto más local, como el caso de una mujer durante su embarazo y luego al pasar por dolores de parto. El evento de la Resurrección de Jesús nos muestra que un gran sufrimiento y hasta una muerte atroz terminó en su resurgir con gran júbilo, así como la angustia de la madre se convierte en gran alegría al nacer su hijo.

Luego, en tiempos de confusión y oscuridad, lo que deberíamos hacer es aferrarnos a lo que sabemos que es verdad… ¿qué es verdad? Que Dios nos ama sin condiciones. Tanto que no podemos hacer que él deje de amarnos. ¿Cómo lo sabemos? Porque su amor se basa en quién es él, no en lo que nosotros hacemos.

En medio de la confusión en que hoy vivimos, mucha gente ha sido y sigue siendo lastimada física, emocional y espiritualmente. Pero resulta que Dios se especializa en sacar lo bueno de lo malo. Cualquier persona puede sacar lo bueno de lo bueno, pero Dios se especializa en sacar lo bueno de lo malo. De hecho eso fue lo que hizo al convertir una crucifixión en una resurrección.

Por otro lado, hay cosas en nuestra vida que no nos gustan de nosotros mismos y que quisiéramos cambiar. Pero no podemos. La fuerza de voluntad no es suficiente. Funciona a corto plazo, pero solo hasta ahí. Sólo el poder de Dios puede lograrlo. Se necesita más que nuestro esfuerzo. Se necesita más que el pensamiento positivo. Este solo funciona en cosas que podemos controlar. ¿Y qué pasa con las que no podemos controlar?

En fin, gracias a la Pascua de Resurrección, la esperanza del hombre ya no está limitada al ámbito de sus posibilidades humanas. Si decidimos creer que Jesús resucitó, y que con ello dejó atrás la muerte, la cruz y todo el pesar que la precedió, ahora nosotros también podremos dejar atrás todo sufrimiento, angustia o tribulación, porque tenemos la esperanza cierta de que algún día todo esto terminará, y en última instancia ni la muerte podrá oponerse a ello, por lo que siempre en algún momento vamos a poder comenzar de nuevo y seguir adelante. Basta con tomar la decisión muy personal de creer, algo que depende exclusivamente de cada uno de nosotros.



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No es el final

Otras personas, en contraste, reaccionaron de manera totalmente diferente. Estas respuestas no fueron heroicas por ser hazañas; fueron heroicas por pequeños actos desinteresados. Enfrentaron las dificultades con dignidad. Se ayudaron unos a otros. Se unieron como una comunidad, procuraron el bienestar de sus vecinos y compartieron lo que tenían con quienes pasaban necesidad.

Hace un tiempo atrás estaba conversando un día con un muy apreciado amigo, quien me contó que hacía poco había visto un programa de la televisión británica, ambientado en la primera parte de la Segunda Guerra Mundial. Los nazis habían derrotado a Francia y Gran Bretaña esperaba una invasión inminente. A algunos, la incertidumbre, el temor del futuro y la sensación de que debían cuidar de los suyos, los condujo a actuar de manera que no lo harían en su vida normal cotidiana. Mostraron menos interés por los demás, muchos acapararon provisiones, otros robaron ¡y otros hasta llegaron a cometer asesinatos!

Otras personas, en contraste, reaccionaron de manera totalmente diferente. Estas respuestas no fueron heroicas por ser hazañas; fueron heroicas por pequeños actos desinteresados. Enfrentaron las dificultades con dignidad. Se ayudaron unos a otros. Se unieron como una comunidad, procuraron el bienestar de sus vecinos y compartieron lo que tenían con quienes pasaban necesidad.

Ver el contraste entre esas dos clases de respuestas opuestas hizo que en nuestra conversación ambos nos percatáramos de los desafíos que enfrentamos en épocas difíciles o de incertidumbre. En estas épocas es natural que la gente se preocupe por sí misma. Aunque no todos reaccionan de la misma forma, la verdad es que nosotros en situaciones similares lo haremos o como en el primer caso, o como el segundo…al final esto dependerá exclusivamente de cada uno.

Cuando todo lo que nos rodea es inestable, lo que considerábamos suelo firme empieza a sentirse como arena movediza; comprenderemos con fuerza el por qué de un temor al futuro, temor de los cambios actuales o que están por ocurrir. Ahora bien, para quienes somos creyentes en un Dios vivo, que todo lo puede y que nos ama profundamente, está en nuestras manos decidir si en esos momentos vamos a dejar que el temor sea más fuerte que la fe, porque de ser así va a tender a disminuir nuestra confianza en el cuidado que sabemos que nos brinda ese Dios. Es por esto que en momentos difíciles, podremos elegir al menos creer de verdad dos cosas:


1. Dios está usando nuestros problemas para desarrollar nuestra resistencia, paciencia, y fortaleza de carácter, lo que nos preparará para cualquier cosa. Puede que eso no nos parezca cierto, aunque la realidad es que las penas nos hacen más fuertes.

2. Este no es el final de nuestra historia. Dios se preocupa por cada detalle de nuestra vida. No importa lo que estemos enfrentando en este momento, podemos tener esperanza cierta, porque Dios tiene nuestro futuro cubierto. Él sí conoce el final de nuestra historia y nos guiará hacia ese objetivo.



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Con lo que nos queda

Muchas veces, frente a la adversidad, las personas acuden a la victimización. Culpan a alguno o a todos y a todo, incluso a Dios de su infortunio

En el pasado hemos comentado que en el lapso de nuestra existencia en el planeta hay situaciones que escapan a nuestro control, y que muchas veces nuestra reacción es rebelarnos y hasta resentirnos en contra de ellas. Por esto, uno de los aprendizajes más importantes que podemos tener en nuestras vidas es aceptar esta realidad, que en varias ocasiones vamos a tener muy poco o ningún control sobre lo que sucede a nuestro alrededor, menos aún más allá, y que por tanto lo que deberíamos hacer más bien es buscar aprender todo lo positivo que se pueda en ellas. En medio de la cuarentena en que nos encontramos por el virus, quisiera compartir con los amables lectores una historia que alguien me hizo llegar, y que puede ser un buen ejemplo de cómo podemos conseguir sacar el mejor provecho de circunstancias adversas:

«Una noche el violinista de fama mundial Itzhak Perlman tocaba para el público que había llenado una sala, cuando, en medio de una pieza, se oyó un sonido inesperado: ¡Una de las cuerdas de su violín se había roto!

El suspenso era palpable luego que la orquesta se detuviera a la espera de lo que haría Itzhak. A pesar de todo, el músico hizo una breve pausa y con señas le indicó al director que continuara la pieza. Abordó la que para la mayoría sería una tarea imposible: tocar una compleja pieza musical con un violín de apenas tres cuerdas. Fue increíble ver y escuchar a Perlman como si estuviera recomponiendo de nuevo la obra en otra situación. Cuando terminó, hubo un silencio sepulcral, seguido por intensas ovaciones y aplausos, tanto del público como de los otros músicos. Las situaciones límite y las grandes pruebas no eran desconocidas para Itzhak Perlman. Cuando era niño fue afectado por la poliomielitis, lo que lo obligó a usar permanentemente aparatos ortopédicos en las piernas y a caminar con muletas. Entre las ovaciones, se esforzó por levantarse y luego hizo una seña al público para que callara. Seguidamente, dijo con humildad: «¿Saben?, algunas veces, la tarea del artista es descubrir cuánta música puede crear con lo que le queda»”.

Luego de este relato podemos preguntarnos: ¿con qué frecuencia nos detenemos a pensar en otro tipo de dones distintos a los muy evidentes, que también llenan la vida de muchas personas, como por ejemplo la ceguera que aguza otros sentidos a tal punto que la persona alcanza mayores logros?

La capacidad de Itzhak de transformar derrotas en logros mayores no vino por casualidad. Es consecuencia de su constante y valiente decisión de convertir su sufrimiento de toda la vida en un instrumento de bien, que luego hasta se volvió una pasión por ver todo obstáculo como una oportunidad de ir más lejos. Sus impedimentos físicos forjaron en él una humildad que lo protegió de la corrupción del orgullo, incluso en los aspectos en que él ha destacado por su talento. Y esto es sin duda un gran modelo a seguir.

Muchas veces, frente a la adversidad, las personas acuden a la victimización. Culpan a alguno o a todos y a todo, incluso a Dios de su infortunio. Un mejor camino es pedir a Dios que nos llene de su sabiduría, su fuerza y su gracia para ayudarnos a lidiar con las dificultades de la vida y cultivar cualidades que nos permitan reflejar, con la mayor frecuencia posible, su amor donde sea que nos encontremos.

Por otro lado, estamos culminando Semana Santa en el Domingo de Resurrección. Aún hoy día, luego de más de 2.000 años, continúan resonando las palabras registradas en Mateo 28:6, versión RV1960: No está aquí, pues ha resucitado, tal como él dijo… Cuando lo analizamos con detenimiento, nos percatamos de que la resurrección es nuestra garantía de que se puede confiar en cada promesa que Dios ha hecho. Por ello, gracias a la Pascua de Resurrección, la esperanza del hombre ya no está limitada al ámbito de sus posibilidades humanas, ni a los ambientes que podemos llamar estrictamente religiosos. Además, ante la enorme diversidad de teorías de todo tipo, y de la ausencia casi total de valores absolutos hoy día, la gente particularmente cree casi que en cualquier cosa, aún incluso en cosas que los pueden llevar a la autodestrucción.

En lo personal, y es mi invitación a los amables lectores, he decidido creer que Jesús no solo murió, sino que resucitó, y que con ello dejó atrás la muerte, la cruz y todo el pesar que la precedió. Gracias a ello ahora nosotros también podremos dejar atrás todo sufrimiento, angustia o tribulación, incluyendo los que nos esté causando de una forma u otra la crisis actual del virus y otras más. Porque de esta forma tenemos la esperanza cierta de que algún día todo esto tendrá un final feliz, y en última instancia ni la muerte podrá oponerse a ello, por lo que siempre en algún momento vamos a poder comenzar de nuevo y seguir adelante, sea en este mundo y/o en otro más allá de la muerte. Basta con tomar la decisión muy personal de creer, algo totalmente al alcance de cada uno de nosotros.

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¿Qué buscamos de verdad?

Aprender de nuestros errores. Esto es un progreso natural de asumir la responsabilidad. Cada vez que lo hacemos, nos colocamos en posición de crecer

¿Qué buscamos en la vida? La respuesta no está en lo que creemos que son nuestros objetivos, sino en lo que realmente estamos haciendo. Y muchas veces ni siquiera pensamos en lo que de verdad estamos haciendo. Nos dejamos llevar por diversas corrientes que operan en una sociedad, sin medir a fondo las consecuencias de cada una y de sus acciones. Y lo que hacemos de verdad en cada momento, o está reforzando nuestro egoísmo natural y privilegiando solo nuestros intereses, o nos está llevando a tomar más consciencia de los demás, y de la necesidad de unir esfuerzos con ellos, para aprender a ayudarnos más entre todos, en especial en medio de una crisis. Un elemento que incide mucho en la primera opción es nuestra estrechez de miras, el no ver más allá de nuestras narices. Mientras que para hacer realidad la segunda opción, tendríamos que emplear algunos correctivos, como por ejemplo:
1. Asumir la responsabilidad. La responsabilidad es algo bueno. No es algo que debamos evitar, sino más bien aceptar. Cuando culpamos a otros por nuestras reacciones y por lo que nos pasa, nos convertimos en simples esclavos, tanto de nuestros caprichos o acciones como de las personas que con sus errores (tanto los reales como los imaginarios) nos afectan de alguna forma. Debemos buscar ser responsables y confiar en nuestras respuestas, las que a veces serán buenas y otras malas. La humildad es una parte integral de asumir la responsabilidad. Y la única forma de entrar en un proceso de adquirir madurez en nuestras vidas es empezando a aceptar nuestra responsabilidad en lo que nos ocurre, y resistir la tentación siempre presente de echarle la culpa a otro. Con el ánimo de ilustrar este concepto, recuerdo una anécdota que escuché hace tiempo según la cual una señora estaba pasando un semáforo en luz amarilla y un fiscal de tránsito la detuvo. Este le dijo a la señora que la iba a multar por pasar el semáforo con luz roja. La señora reclamó diciendo que ella pasó con luz amarilla, el fiscal volvió a decir que él vio que fue con luz roja, ante lo cual la señora replicó diciendo que no, que fue con la amarilla. Finalmente el fiscal le dijo: «Ok señora, le admito que esta vez fue con luz amarilla, pero igual la voy a multar por todas las veces que antes se pasó la luz roja y no la pillaron». Pregunto y me pregunto a mí mismo: ¿Cuántas veces hemos cruzado la luz roja y no nos han pillado? Y por supuesto no me refiero literalmente a pasarnos un semáforo, sino en general a situaciones en las que no debimos cruzar una línea límite y lo hicimos, y en apariencia no pasó nada; solo que sí pasó, y en algún momento veremos los efectos de ello.
2. Aprender de nuestros errores. Esto es un progreso natural de asumir la responsabilidad. Cada vez que lo hacemos, nos colocamos en posición de crecer a partir de nuestros errores, es decir que estos pueden convertirse en nuestros maestros cuando decidimos aprender de ellos. Por otro lado, es un hecho cierto que muchos problemas surgen a partir de que muchas personas, que por cierto están bien repartidas por todas partes, deciden hacer el mal como norma en sus vidas. Por ello viven siempre en un estado espiritualmente caído (a veces disfrazado de una falsa o aparente prosperidad física) y sus errores no son sus maestros, sino a la larga su perdición.
Por el contrario, para las personas que estamos tratando de mejorar como tales y ser un foco de bien para la sociedad o entorno donde vivimos, los problemas nos ayudan a ser más humildes y de paso nos fortalecen con cada caída que experimentamos. A aprender además que la verdadera libertad no se encuentra en la rebelión a los caminos y la sabiduría de Dios. Esta se encuentra más bien cuando operamos dentro de sus instrucciones que a su vez nos dan vida.
3. Ojo con nuestras expectativas. Estas influyen mucho en lo que nos sucede. A lo mejor escucharon a alguien decir: «Me dijeron que no me preocupara, que la situación podría ser peor. ¡Así que buscamos no preocuparnos, y en efecto la situación se puso peor!» Bueno, si siempre esperamos que ocurra lo peor, así nos irá. Pero en el camino nos perderemos muchas cosas buenas que también suceden, por ejemplo muy buenos aprendizajes, pues todo ocurre en general de acuerdo con nuestras expectativas. Lo principal es no perder de vista lo más importante. Podemos fijar nuestra atención en la etiqueta con el precio de un artículo, o en el valor real del mismo. Podemos centrarnos en lo que algo nos está costando ahora mismo o en lo que podemos llegar a ganar más adelante en esta vida y, para los que creemos, aún más allá de esta. De esas dos actitudes, una causa frustración, desaliento y resentimiento por las dificultades a las que tenemos que hacer frente hoy día. La otra vuelve soportable aun lo peor que nos ocurra; de entrada disminuye la desazón, y nos da una esperanza cierta de que al final valdrá la pena. La elección es nuestra.
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Otra mentalidad

Cuando hay dificultades o enfrentamos problemas, sobre todo si estos se han alargado en el tiempo, es señal de que hace falta un nuevo enfoque de la situación

Necesitamos con urgencia entrar en Modo Construir si queremos buscar soluciones reales a los problemas que nos acogotan. Lo primero que haremos para entrar en Modo Construir es limpiar el terreno sobre el que construiremos. Quitar las malas hierbas (malos hábitos, enfoques previos perjudiciales), prepararlo para que no vuelvan a salir éstas, emparejar el terreno (buscando nuevas perspectivas, nuevos horizontes que refuercen la factibilidad de una esperanza cierta de mejores tiempos), para así colocar unos buenos fundamentos, que serán pilares principales como el respeto, la honestidad, la solidaridad, la humildad, etc. Previamente habrá que escoger el terreno donde vamos a construir, si será más como arena o como una roca sólida, para que nuestra nueva construcción perdure y resista en el tiempo. Para todo esto tendrá que haber un cambio de mentalidad. A través de una nueva mentalidad, que tendrá que enfocarse en buscar soluciones reales y eficaces, se introducirán cambios importantes en nuestras vidas. Los cuales tendrán un mayor impacto en cada uno de nosotros y colectivamente, si primero aceptamos la necesidad de dichos cambios, y luego vamos cambiando de manera significativa ¡lo que hacemos y cómo lo hacemos! Eso requerirá cambios en puntos de vista particulares‚ en nuestros enfoques, nuestras formas de trabajar con los demás y hasta en la manera en cómo los vemos a ellos.

Por ejemplo, cuando uno compra ropa nueva, si uno se prueba esa ropa sobre la que lleva puesta lo más probable es que a uno no le quede bien. Hará falta ir a un probador, quitarse la ropa que uno lleva puesta y ponerse la nueva para ver si de verdad le queda bien. Igual sucede cuando uno se pone una nueva mentalidad. No podemos ponernos una nueva mentalidad sobre la forma antigua de ver las cosas, habrá que prescindir del todo de ésta.

 

En fin, cuando hay dificultades o enfrentamos problemas, sobre todo si éstos se han alargado en el tiempo, es señal de que hace falta un nuevo enfoque de la situación. Ver las cosas desde otro ángulo, con otra mentalidad. Muchas veces con solo un cambio oportuno de mentalidad se abrirán algunas puertas que hasta ese momento estaban cerradas, y así cabe la posibilidad de que surjan nuevas ideas y soluciones a problemas existentes.

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Un noble propósito

Está demostrado que la desesperanza puede matar. En la II Guerra Mundial, y en las de Corea y Vietnam luego, los médicos dijeron que muchos prisioneros murieron a causa de una condición que llamaron darse por vencido. Cuando encararon una situación muy difícil algunos de ellos se desmoralizaron y desesperaron. Con su esperanza marchitándose, lentamente se fueron desgastando. Es que el espíritu humano necesita esperanza para sobrevivir y prosperar. Desde el punto de vista médico, para mucha gente el hecho de quedarse sin esperanza casi implica una sentencia de muerte, ya que si su voluntad de vivir se apaga, de allí hay un paso para rendirse y hasta morir. Sobre esto, el escritor turco Mehmet Murat Ildan dijo una frase que, aunque cruda, es muy cierta: ¡El pesimismo y la desesperanza son dos asesinos que han sido contratados por nosotros mismos para suicidarnos! Todo lo anterior quiere decir que deberíamos tomarnos muy en serio esto de la desesperanza, por sus potenciales terribles efectos. Va a ser vital lo que decidamos hacer frente a eventos que nos atribulen, es decir que la desesperanza no es una respuesta automática a situaciones negativas en nuestras vidas, y el cómo respondamos ante estas es nuestra decisión y responsabilidad.

Por otro lado, la vida es una gigantesca serie de causas y efectos. Cada día todos tomamos decisiones, y ellas afectan de alguna forma a los demás. Las decisiones de cada uno aunadas al efecto que tienen en los demás hacen que el mundo sea tal como es. Y este proceso ocurre a niveles globales y básicos: en un hogar, una comunidad, una ciudad, un país, etc. Además, todo problema puede atribuirse a alguna decisión desconsiderada o egoísta. La principal causa de fondo de los problemas que afectan al mundo de hoy son el egoísmo y la falta de amor, de consideración. Las personas no se dan cuenta de que sus malas decisiones (entre ellas las influidas por el pesimismo y la desesperanza), afectan a los demás, o no se preocupan de hacer las cosas de otra forma. Nos puede parecer que el mundo ya no tiene remedio, que se han tomado demasiadas decisiones erróneas (lo cual es cierto), que poco influye lo que uno haga y que ya no hay caso… pero no es verdad.  Así como puede atribuirse cada problema a una decisión errónea, también toda solución viene de una decisión sabia y amorosa, de obrar bien y conducirse con amor y desinterés.  Un poquito de amor puede hacer una gran diferencia, un gesto de generosidad puede desencadenar una serie de sucesos que a la larga signifiquen una vida mejor para muchos. A la vez que implicaría la construcción de una esperanza cierta para un mundo mejor.

Según las decisiones y actitudes que tomemos a diario, contribuiremos a una esperanza de un futuro mejor para muchos, o a la desesperanza igual de muchos, de que ya no hay nada que hacer. Y depende de cada uno,  sin ver qué hacen los demás, si apoyaremos una cosa u otra. Una forma muy eficaz de crear la esperanza citada es comprometernos a dar más, sea de nosotros mismos, nuestro tiempo, recursos, etc, y hacerlo tan a menudo como podamos. A veces se pone la excusa de que en medio de tanta crisis qué vamos a estar dando, como si solo se tratara de algo material. En el relato siguiente veremos un ejemplo de que bastará un poco de afecto, iniciativa y creatividad para hallar siempre algo que dar:

El escritor Sam Foss caminaba un día por un campo; llegó cansado cerca de una casita en la cima de una colina. Junto al camino un cartel citaba: «Pase y sírvase agua fresca». Siguió y encontró un manantial de agua fresca, y una vasija para servirse. También había cerca un banco con una cesta llena de manzanas, y otro cartel que decía: «Sírvase». Extrañado por esos detalles, Foss fue hasta la casita, conoció a una pareja de ancianos y les preguntó sobre lo que vio. Supo que su granja les daba apenas para comer, pero como tenían mucha agua del manantial, así como fruta, querían compartirlos con los viajeros que pasaran por ahí. «Como somos tan pobres, no tenemos dinero para hacer caridad», dijo el anciano, «pero se nos ocurrió que tal vez así podríamos aportar nuestro granito de arena y hacer algo por los que pasan por aquí».

Se trata de nuestra decisión individual, todos y cada uno podemos dar siempre algo provechoso y con frecuencia, así sea una sonrisa y un gesto de cariño a alguien que los precise con urgencia. Por si fuera poco, al hacerlo enseñaremos a los niños y adolescentes que nos observan que sí hay otra manera de hacer las cosas. Y que si ellos también lo hacen, estarán construyendo un mundo mejor que el que les estamos dejando.

Esta es la verdadera alegría de la vida: servir para un propósito que uno mismo reconoce como noble; darlo todo antes de ser dejado a un lado; ser una fuerza de la naturaleza en vez de un manojo febril de pesares y dolencias que se queja de que el mundo no se dedica a hacerlo a uno feliz    George Bernard Shaw

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Sí es posible

Comienza un nuevo año. Viviendo muchos problemas obvios además de otros que no lo son; mas sucede que, por el hecho de que algunos de estos últimos son hasta más serios que los obvios, igualmente están presentes y hacen valer sus efectos nocivos. Algo que ocurrió con frecuencia el año pasado fue el destaque y la explicación detallada, por parte de muchas personas, de cada problema (sobre todo de los obvios), aunque no fue tanto así con la presentación de posibles soluciones a muchos de esos mismos problemas. Por lo menos no de soluciones reales, definitivas y tocantes a la raíz de ellos. Además, especialmente y en líneas generales, no se trató de conectar el origen de muchos de dichos problemas con la incumbencia, que no siempre es evidente, de quienes conformamos la sociedad en donde vivimos, individual o colectivamente hablando.
Sin embargo, como mencionamos en el artículo publicado el día 24, gracias a Dios pudimos concluir el año con el evento en que se entregaron unas bolsas de comida a un grupo de personas en una condición vulnerable. La preparación del mismo fue realizada con muchos sacrificios y grandes milagros, producto estos de las oraciones de fe de algunos; no hubo ningún tipo de subsidio o patrocinio, solo una muy buena voluntad y colaboración de algunas personas, a quienes extendemos de nuevo nuestra gratitud. Lo que quiere decir que no fue nada fácil, aunque en estos tiempos nada que de verdad valga la pena lo es, pero eso no quiere decir que no se pueda hacer. El evento fue un acto sencillo, pudimos expresar algunas palabras bien recibidas, y en lo personal puedo decir que solo el ver el rostro iluminado de alguien transmite un rayo de esperanza que hace valer la pena todo esfuerzo, por grande que este sea. Y aunque lo que dimos lo dimos con mucho amor y de todo corazón, sabemos que no soluciona definitivamente necesidades acuciantes, pero sí les da a esas personas (y a nosotros mismos) una esperanza cierta de que vale la pena seguir luchando. Todo lo cual nos permite concluir que multiplicando esfuerzos como el descrito, y juntos, con mucho amor desprendido y una fe viva y activa, podremos lograr muchas cosas importantes.
Nunca una noche ha vencido al amanecer, y nunca un problema ha vencido a la esperanza  Bern Williams
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