¡No hay otra forma!

Algo que nos muestra con claridad la necesidad de cambios personales son las experiencias que vivimos

Hace poco estuve reflexionando sobre el hecho cada vez más común de que a nosotros los humanos nos cuesta mucho cambiar. A pesar de que si algo tenemos seguro en este mundo son cambios, por lo cual cada uno de nosotros deberíamos siempre estar dispuestos a hacer cambios en lo personal, usualmente seguimos haciendo lo mismo, no cambiamos, y de paso queremos que quienes cambien sean otros. Por supuesto, nos referimos a cambios personales para bien de todos, no solo para beneficio particular.


Algo que nos muestra con claridad la necesidad de cambios personales son las experiencias que vivimos. Aunque una experiencia que no ha sido bien analizada no sirve de casi nada. Hay personas que dicen haber vivido 20, 40, 60 años y en realidad no ha sido así. En tal caso habrán vivido un año 20, 40, 60 veces. Y por eso siguen cometiendo los mismos errores, porque nunca paran a buscar y analizar las lecciones que siempre hay cada vez que cometen esos errores. Por ejemplo, la tremenda vivencia que tuvimos todos con la pandemia, con todo lo impactante que fue, no sirvió de nada para quienes no buscaron y menos aún analizaron las lecciones que se derivaron de ella. Ni las individuales ni las colectivas. Y por eso siguen haciendo lo mismo, como si no hubiese habido pandemia.


La anécdota a continuación nos ilustra bien por qué es una necesidad cambiar en lo personal: Había una vez un águila encadenada a una estaca clavada en el suelo. Llevaba tanto tiempo dando vueltas en círculo, que abrió un surco en la tierra. Cuando al fin su amo decidió dejarla libre, le quitó la argolla metálica y la lanzó al aire para que volara, como cualquier otra águila. Pero ocurrió que, en vez de salir volando normalmente, dio unos cuantos aletazos y cayó de nuevo en el suelo. Y lo más sorprendente fue que, acercándose a su surco de siempre…¡se puso a dar vueltas otra vez! ¡Sin la cadena! ¡Sin el aro! ¡Solo por la fuerza de la costumbre!

Algo similar nos ocurre a nosotros los seres humanos. La mayoría prefiere permanecer con sus viejas costumbres, y por eso siguen viendo y viviendo siempre lo mismo. Por ello la única forma de que veamos cambios reales, es que cada quien haga los cambios personales que precisa hacer. Luego ¿por qué no comenzar YA cada uno de nosotros? ¿Con nuestro corazón, mente, espíritu y vida? Así el lugar y hasta el ambiente que nos rodea cambiarán…más aún ¡si iniciamos nuestros cambios con y por el poder del amor de Dios!


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¿Qué es la verdad?

Cualquier cosa que sea casi verdad es bastante falsa, y está entre los errores más peligrosos. Porque estando tan cerca de la verdad es más fácil que nos descarríe

En estos días reflexionaba sobre el hecho de que cómo no va a haber tanta confusión en el mundo actual si, por ejemplo, una de las “verdades” sobre la que muchas veces se sustenta es que no hay verdad absoluta, que esta es siempre relativa. Es más se está llegando al extremo de asegurarse que la verdad depende de cada quien, de lo que cada quien cree que es verdad.

Hoy día es muy común que se diga que no existe la verdad absoluta. Aunque eso, por su misma lógica, es erróneo. Uno podría preguntar a quien afirme eso: ¿Estás diciendo que sabes que es absoluta y siempre cierto que no existe una verdad absoluta? Y la persona que hizo la afirmación se irá furiosa, o si es intelectualmente honesta empezará a ver el error en su argumento. Porque la única base para que se pueda afirmar que se sabe algo absolutamente es que existe la verdad absoluta. Y la razón más importante por la que existe esta es porque alguien con gran inteligencia y sabiduría la inventó. Alguien realmente tejió en toda la creación y en nuestras mentes lógicas que debe haber cosas en las que podamos confiar absolutamente. Y por supuesto ese alguien es el Dios vivo.

Una vez que nos encontramos con la verdad absoluta, la verdad de Dios, asumiremos dos características clave de ella cada vez que la veamos.

1. Es inmutable. No será alterada por manías, usos o arbitrariedades

2. Es universal. Se nos aplica a todos. Si no se aplica a todos, no es la verdad. Es solo una opinión.

Para concluir algunas reflexiones sobre este vital tema:

1. Nunca conoceremos la verdad hasta que estemos dispuestos a que sean derrumbados nuestros falsos conceptos e ideas preconcebidas;

2. Cualquier cosa que sea casi verdad es bastante falsa, y está entre los errores más peligrosos. Porque estando tan cerca de la verdad es más fácil que nos descarríe;

3. La realidad no deja de existir porque se ignore;

4. A veces Dios primero tiene que quitarnos lo que creemos que está bien para poder mostrarnos la verdad;

5. No se puede rechazar la verdad y dejar un vacío: ¡se llena de mentiras!;

6. Lo correcto es correcto aunque todos estén contra de ello, y lo falso es falso aunque todos estén a su favor;

7. Cuando uno se está resistiendo a la verdad, esta va perdiendo su poder sobre nuestra mente;

8. Las palabras de Dios constituyen el patrón para saber lo que es verdad y lo que es falso. De hecho leemos en el versículo Juan 14:6a- Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida…

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Oportunidades de crecer

Agradezcamos nuestros problemas. Los problemas o desafíos que enfrentamos nos obligan a crecer y ser más capaces

Gracias a Dios estamos iniciando un nuevo año. Luego de uno difícil para muchos, es natural que nos preguntemos qué esperar en el nuevo. Algo que tenemos por seguro es que el nuevo año traerá a nuestras vidas cambios y desafíos, algunos provocados por nuestras decisiones y otros por las circunstancias imperantes (determinadas a su vez por decisiones nuestras y de otros, además de otros factores que no estarán bajo nuestro control). Nos mudamos de un lugar a otro, cambiamos de trabajo, entramos a la universidad, enfrentamos desafíos de salud, financieros, etc…

La mayoría vemos los cambios personales con cierto recelo y temor, porque a menudo significan mucho trabajo extra y, a veces, los cambios pueden ser muy difíciles y hasta abrumadores. Sin embargo los invito a reflexionar sobre la necesidad de los cambios y desafíos para no estancarnos, y para poder crecer como seres humanos. Ellos no solo son necesarios, sino que nos pueden llevar hacia nuevos horizontes, y ofrecernos nuevas posibilidades de desarrollo y aprendizajes que quizás no tendríamos si nada cambiara.

Hago la salvedad de la gran importancia de las motivaciones de las decisiones nuestras que provocarán algunos cambios y desafíos. Será fundamental que partamos de motivaciones positivas, si queremos ver resultados positivos de los cambios que sucederán; motivaciones como el amor sincero, la generosidad, la empatía, la integridad, la gratitud, el respeto, entre otras, serán fuente de cambios muy positivos, más aún en ambientes donde abunden actitudes contrarias a las mencionadas.

Una sugerencia inicial de cambios provocados serían: 1. Involucrar más profundamente a Dios en nuestras vidas; 2. Lo cual llevará a cambios en nuestra mentalidad. En próximas entregas ahondaremos en temas relativos a estos y otros cambios.

Ahora ¿qué significa la palabra mentalidad? Una definición que vi en Internet y que me pareció muy clara es: Ideología o modo de pensar que determina el comportamiento y los puntos de vista de una persona. En otras palabras, la forma que tiene alguien de enfocar las cosas, su actitud, lo que piensa y cree, incide en su comportamiento.

Una vez hace tiempo cité una anécdota que creo muestra fielmente cómo nuestra mentalidad influye de modo decisivo en nuestra actitud y en cómo nos comportamos:

Una fábrica de zapatos envió a África dos vendedores para averiguar oportunidades de ventas. Al llegar el primero y ver que los lugareños estaban descalzos, escribió: Aquí no hay nada que hacer, nadie usa zapatos, y renunció. Cuando llegó el segundo y vio el mismo panorama, se maravilló y exclamó: ¡Aquí todo el mundo necesita zapatos! Por sus mentalidades opuestas, la misma situación para una persona era un imposible y para la otra mostraba enormes posibilidades.

Finalmente unas palabras basadas en un texto de Zig Ziglar alusivas al tema descrito:

Agradezcamos nuestros problemas. Los problemas o desafíos que enfrentamos nos obligan a crecer y ser más capaces. El corredor de larga distancia que entrena para los Juegos Olímpicos corriendo cuesta abajo no tendrá ninguna posibilidad de ganar medalla. El corredor que entrena corriendo cuesta arriba tiene muchas más probabilidades de desarrollar la velocidad, fortaleza mental y resistencia necesarias para ganar la medalla. Lo mejor que le pasó al boxeador Gene Tunney fue que tenía las manos débiles. Su manager sintió que nunca podría golpear lo bastante fuerte como para ser campeón de peso pesado. En cambio, Tunney decidió que se convertiría en un boxeador científico, no en uno que lanzara golpes fuertes. Los historiadores del boxeo nos dirán que se convirtió en uno de los mejores boxeadores que jamás haya peleado. Tunney nunca habría sido campeón si no hubiera tenido el problema de sus manos débiles. Así que la próxima vez que nos encontremos con una subida difícil, un obstáculo o un “problema”, en vez de quejarnos sonriamos y digamos: Esta es mi oportunidad de crecer.

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Feliz año 2024

Esta es una ocasión propicia para reflexionar sobre cambios personales a efectuar el próximo año. Aclarando que si queremos mejorar el mundo deberíamos comenzar por nosotros mismos

En el umbral de un nuevo año sería muy útil y comenzaríamos con buen pie, admitiendo que nuestras actuaciones y decisiones en lo personal y lo colectivo siempre tendrán un efecto en la marcha de una sociedad, para bien o para mal, nos guste o no. Por ello esta es una ocasión propicia para reflexionar sobre cambios personales a efectuar el próximo año. Aclarando que si queremos mejorar el mundo deberíamos comenzar por nosotros mismos. Y aceptando que a la mayor parte de la gente no le gustan los cambios, porque son incómodos y costosos. Requieren tiempo y esfuerzo, pero si son buenos cambios y si uno persiste, al final valdrá la pena pagar el costo. Enseguida unas sugerencias de cambios (si nos concentramos aunque sea en uno valdrá más que la pena):


1. Sobre integridad. La integridad significa todo. Debemos esforzarnos por ser la misma persona en todos los escenarios y situaciones
2. Controlar más la lengua. La lengua es un miembro pequeño de nuestro cuerpo, es muy difícil de controlar y puede crearnos muchos y serios problemas
3. Encontrar un propósito útil (no solo para nosotros) en todo lo que hagamos
4. Practicar a menudo la empatía
5. Sobre nuestras intenciones, preguntarnos a menudo ¿cómo puedo ser útil en esta situación?
6. Respetar hasta el extremo, sin esperar a que nos respeten más por ello (para lo cual hará falta trabajar mucho en nuestra humildad)

Finalmente 3 textos en forma de poesía que en sí hablan ejemplos de cambios positivos:

1. Ser menos impacientes
con quienes consideramos inferiores;
ser menos arrogantes
por nuestros conocimientos enormes;
ser más humildes y ver
que nuestro ego sea casi cero;
somos solo unas muy pequeñas velas
comparados con cualquier lucero.
Ser más misericordiosos
y prestos a obrar con bondad;
estar también deseosos
de elogiar a los demás;
procurar decir también
una palabra agradable
y tener más cuidado
para hablar con tono amable.
Estar mucho más dispuestos
a entendernos mutuamente,
y de ayudar al hermano caído
estar un poco más pendientes;
cobrar mucho más ánimo
para realizar cada tarea.
¡Sean esas nuestras resoluciones,
y la ayuda de Dios con todos sea!

Tener más felicidad
para repartirla el día entero;
estar más animados
para alegrar el sendero:
tener más consideración
con quien está a nuestro lado;
reconocerles mérito
a los que algo han intentado;
en nuestras palabras y acciones
tener cordialidad;
y levantarle la moral
a quien tenga necesidad;
Tener más amor también
por aquellos que nos rodean;
esforzarnos porque nuestras amistades
más intensas todavía sean.

¡Solo un poquito de esas cosas
en nuestro vivir diario
nos ayudará a tener
un año extraordinario!
David W. Moore

2. Minuciosamente hice mis planes,
el futuro parecía halagüeño.
No se veía sombra de desengaño;
ambiciosa era toda esperanza y sueño.

Y al terminar la jornada,
como siempre de rodillas imploré:
“Bendice, buen Señor, todos mis planes,
todo lo que espero con fe.”

Pero día tras día fallaban mis planes,
toda esperanza se desmoronaba,
mis ambiciones se deshacían
y el fracaso mi esfuerzo coronaba.

No entendía lo que pasaba…
¿acaso no había orado?
¿Por qué todo plan y esperanza
se había desbaratado?

Y en medio de la quietud
de la noche sombría
oí una tierna voz
que llamando, me decía:

“¿Por qué no dejas que tus planes los haga Yo?
Deja de intentar en vano.
Yo sé lo que necesitas,
deja el futuro en Mi mano.”

¡El futuro en Sus manos dejé,
y tan cerca de mí le sentí,
que yo sabía que El todo arreglaría
a lo largo del año nuevo que tenía ante mí!

3. Para el año que comienza, oh Señor,
solo una cosa quisiera:
no te pido fáciles tareas
ni que las cosas se hagan a mi manera.
No te pido que yo entienda
el camino que me has marcado;
sino más bien que me enseñes
lo que sea de tu agrado.

Quiero conocer tu voz que me guía
y a tu lado caminar siempre, Señor.
Hazme pronto para oír
y a obedecer dispuesto.
Así comienzo al año doy,
y será bienaventurado,
si tan solo procuro hacer
lo que sea de tu agrado.
Francis R. Havergal

¡Feliz año amigos!

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Hacerse responsable

Si perseguimos a la felicidad nunca la alcanzaremos… en cambio si vamos detrás de los demás tratando de hacerlos felices a ellos ¡la felicidad nos llegará a nosotros, nos perseguirá, nos alcanzará y nos hará felices!

Pensaba en estos días en cómo influye nuestro estado de ánimo en lo que nos sucede. De hecho un mal estado de ánimo no se puede disimular más de lo que se puede uno bueno. Cuando uno se siente feliz, útil, servicial, es imposible ocultarlo ¡irradia a los demás la misma luz, la misma alegría! la gente al ver a esa persona piensa: ¡su rostro está lleno de luz, se le ve tan feliz! ¡Es algo que se irradia!

Nuestra felicidad depende de lo que pongamos de nuestra parte. En la práctica es una ley de Dios, tanto como lo puede ser la ley de gravedad: la felicidad no se consigue al buscarla para sí mismo, ni tratando de que otra persona haga feliz a uno ¡sino que la felicidad se consigue al querer dársela a los demás! Si perseguimos a la felicidad nunca la alcanzaremos… en cambio si vamos detrás de los demás tratando de hacerlos felices a ellos ¡la felicidad nos llegará a nosotros, nos perseguirá, nos alcanzará y nos hará felices!

Por otro lado lo que pasa con muchas personas es que le achacan todos sus problemas a alguien más, o a otros. Lo importante no es la manifestación, el síntoma no es la enfermedad ¡la raíz de la cuestión está en nosotros! Debemos dejar de echarle la culpa a alguien más. Si bien hay momentos en los que otras personas hacen algo que nos afecta de alguna forma, a veces mucho, en ese caso el problema principal es la manera en que reaccionamos ante ello, asimismo si nos vamos a disponer o no a aprender las lecciones que siempre se derivan de las situaciones que vivimos, en especial las crisis y dificultades que atravesamos. Y como nuestra reacción usualmente está supeditada a nuestra naturaleza egoísta, dicha reacción generalmente será una orgullosa y egoísta que no admitirá que el problema en realidad está en nosotros mismos, que en el fondo estamos esperando que los demás, o alguien en particular nos hagan felices, nos complazcan y hagan las cosas según nuestro parecer e interés. Es decir que nos resuelvan los problemas que en realidad son nuestra responsabilidad.


Amigos: apenas tomamos la decisión de hacernos más responsables por lo que sucede en nuestras vidas, comenzamos un proceso hacia nuestra madurez real, sin importar nuestra edad cronológica. Un proceso en el que no estaremos solos: Dios nos acompañará en él, siempre que se lo pidamos expresamente. Es cierto que a medida que pasa el tiempo viviremos más experiencias, pero estas no generarán automáticamente una mayor madurez y consciencia en nosotros. Dependerá de nuestra decisión que dichas experiencias nos llamen a la reflexión y nos muestren cuánto influimos con nuestras elecciones y actitudes en lo que nos sucede.

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Un papel de lija

Hoy día es común que haya personas que, por distintas causas, nos sacan de quicio con frecuencia; y que hacen cosas que nos molestan repetidamente. La sola presencia de esas personas nos trastorna, y ellas acaban con nuestra paciencia en un segundo

En el mundo conflictivo de hoy asiduamente se nos presentan múltiples problemas de diversa índole. Algunos cuyo origen no depende de nosotros, y aún así tendremos que aprender a lidiar con ellos. Otros en cuyas causas si tenemos un papel decisivo, lo reconozcamos o no. Lo cierto es que en cualquiera de los dos casos, nuestra respuesta a dichos problemas desde el momento en que se presentan, influirá mucho para bien o para mal en el resultado de las referidas situaciones. Y en el caso en que jugamos un papel importante en la raíz del problema, además añadiremos más problemas (a veces muy serios) cuando ni siquiera admitimos ese papel que estamos jugando.

En una ocasión leí un relato de Crissy Gambrill llamado Mi papel de lija, que habla sobre el hecho de que hay personas con las que nos cuesta mucho relacionarnos; a continuación transcribo un texto que basé en dicho relato:

Hoy día es común que haya personas que, por distintas causas, nos sacan de quicio con frecuencia; y que hacen cosas que nos molestan repetidamente. La sola presencia de esas personas nos trastorna, y ellas acaban con nuestra paciencia en un segundo. Siendo honestos eso nos ha ocurrido a todos hasta con personas muy cercanas.


Cuando reflexionamos al respecto, en especial cuando se trata de personas muy cercanas, quizás nos preguntemos si estaremos castigados por largo tiempo, porque nunca podremos llevarnos bien con esa persona. Aunque en ese instante creo que más útil sería preguntarnos: ¿será que esto está pasando porque necesito aprender algo profundo sobre mí mismo?

Una de las mejores cosas que nos puede ocurrir en ese instante, es que nos percatemos de que en realidad necesitamos esa desavenencia. ¿Por qué? Porque esas personas son como una especie de papel de lija para nosotros, ya que nos ayudan a ver (a veces a descubrir) nuestros errores, nuestro lado antipático, nuestro egoísmo. Hacen con nosotros lo que un papel de lija cuando se lo pasamos a una superficie áspera: lima las asperezas y al final termina puliendo dicha superficie.

Cabe aclarar que algo usual que hacemos cuando se nos presentan situaciones como la descrita es que, en vez de ver esa lija como nuestra, nos fijamos en los defectos de la otra persona que nos saca de quicio. Y esta actitud es una muy inconveniente y negativa, porque en vez de dejarnos “limar” y “pulir” para nuestro bien, terminamos por señalar y criticar (a veces con mucho rigor) las “asperezas” de la otra persona, lo que causará aún más problemas.

Es muy sensato de nuestra parte cuando aceptamos que a dicho papel de lija se lo ha puesto en nuestra vida para hacernos entender más a fondo a nuestro verdadero yo. Y de esa forma, al aceptarlo como “mi” papel de lija esta hará resaltar “mis” defectos, dando así una magnífica oportunidad de sustituirlos por cualidades positivas. En resumen esa lija nos acerca más a Dios, y de esa manera él puede sacarnos brillo y llenarnos de amor verdadero.


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Ser un ángel para otros

…cierto que en un mundo que resta por muchas razones (como la descrita), es muy importante que aprendamos a valorar y apreciar a las personas que suman de alguna forma

En el artículo ¡Es urgente! dijimos: …urge que aprendamos a asumir actitudes contrarias al egoísmo, lo cual podemos resumir en una palabra: desprendimiento (o desinterés). Si queremos aprender a ser desprendidos pensaremos un poco más en los demás y un poco menos en nosotros.

Reflexionaba en estos días sobre que, gracias a la tecnología, a medida que pasa el tiempo se multiplican las opciones de los temas en nuestra vida cotidiana en los cuales podemos enfocarnos, así como también en los que pueden distraernos, a veces de manera muy acentuada, de los asuntos realmente más importantes.

Por otro lado, aún así usualmente he pensado y manifestado que se debe procurar buscar la forma de enfocarse siempre en lo positivo y lo bueno que pueden traer las distintas situaciones y los problemas que afrontamos cada día; esto sin dejar de prestar atención y estar atento a los aspectos negativos que también provienen de dichas situaciones, y que nos perjudican, con la intención expresa de hacer algo al respecto. De hecho gracias a Dios he podido aprender por experiencia —a veces mía, a veces de otros— que las situaciones difíciles que he vivido a lo largo de mi vida me han ido ayudando a:

  • Experimentar tristeza y alegría, oscuridad y luz, dolor y dicha.
  • A tener la experiencia de perder y ganar, de conocer la victoria y la derrota.
  • Todo eso me ha ido enseñando a tener empatía, compasión y comprensión, para que pueda comprender a los demás, para que en algún momento sea capaz de ponerme en su lugar y decir: Comprendo cómo te sientes. Sé lo que es. Yo mismo he pasado por eso. Sé lo difícil que puede llegar a ser.

Por otra parte, un producto muy actual de la tecnología es el celular. Nadie duda de la gran utilidad de este. Al mismo tiempo podemos ver en cualquier parte cómo el celular puede llegar a contribuir a la enajenación y al aislamiento de las personas, por su propia decisión, y por tanto a reforzar su egoísmo natural. Lo cierto que en un mundo que resta por muchas razones (como la descrita), es muy importante que aprendamos a valorar y apreciar a las personas que suman de alguna forma, lo que sucede máxime porque estas han decidido aprender a ser desprendidos. Y es vital que esa valoración no dependa de gustos y preferencias personales de ningún tipo, sino de la verdad.

Finalmente comparto con los lectores 3 frases que reflejan claros beneficios de asumir conductas más desprendidas en nuestras vidas, sobre todo con regularidad:

  1. Una de las más bellas maneras que tiene la vida de compensarnos es el hecho de que no sea posible brindar a otra persona un servicio sincero sin dárselo a uno mismo al hacerlo Ralph Waldo Emerson
  2. No hay mayor gozo ni mayor recompensa que marcar una diferencia fundamental en la vida de alguien Sor Mary Rose McGeady
  3. Sé un ángel para otra persona cada vez que puedas, en señal de gratitud a Dios por la ayuda que te dio otro ángel a ti Eileen Elias Freeman

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Un buen ejercicio

No tenemos forma de saber lo que puedan estar pasando otras personas, las luchas que estarán librando, las adversidades que están viviendo. Por ello busquemos siempre ser un factor de influencia positiva para otros

En estos días reflexionaba sobre cómo cada uno de nosotros, dependiendo de en qué y cómo nos enfocamos respecto a las situaciones que vivimos, podemos convertirnos en nuestros mejores aliados o en nuestros peores enemigos. Esto lo podemos ver muy claramente en una de nuestras actitudes más comunes: al compararnos con los demás.

El compararse con los demás no es en sí mismo negativo. Si lo hacemos para observar algunas situaciones y/o personas para tomar conciencia de ciertas cualidades o aprender de ellas, así resulta positivo. Igual sucede si la comparación nos lleva a apreciar lo que tenemos y a tomar una actitud provechosa. Pero cuando el hecho de que comparemos nuestras ventajas, experiencias o dificultades con las de los demás nos incita a la envidia y al orgullo, a la negatividad y la crítica, o nos hunde en la desazón es obvio que nos hacemos daño al compararnos.

Uno de los mejores ejercicios que podemos hacer es compararnos favorablemente con otras personas que andan en peor situación que nosotros y dar gracias a Dios por lo que somos y/o tenemos. No para creernos mejores ni alegrarnos de la situación de ellas sino más bien de la nuestra, porque así nos percataremos que después de todo no es tan mala como creíamos. Cuando sintamos la tentación de quejarnos por nuestros problemas o de cómo somos, tratemos de pensar en alguien que tenga problemas mucho mayores que los nuestros. La realidad es que, por muy dura que sea nuestra situación, siempre estamos mejor que millones de otras personas. Así deberíamos enfocarlo siempre en lugar de verlo al revés.

Si dedicamos un rato a ese sencillo ejercicio de compararnos positivamente con los demás, me atrevo a afirmar que en todos los casos terminaremos por sentirnos mucho mejor, ya que nos hace sentirnos más contentos y agradecidos por todas las cosas con que Dios nos favorece. Y diría que puede ser el inicio de un cambio positivo en nuestra situación, porque al contrario mientras sigamos viendo las cosas desde una perspectiva muy negativa, será casi imposible un cambio favorable para nosotros.

No tenemos forma de saber lo que puedan estar pasando otras personas, las luchas que estarán librando, las adversidades que están viviendo. Por ello busquemos siempre ser un factor de influencia positiva para otros, por ejemplo estimulando a quienes están procurando hacer bien las cosas dentro de sus posibilidades, así como animando a quienes quieren rendirse ante los problemas de la vida. Y mejor aún hagámoslo en equipo con otros. Como dijo la Madre Teresa una vez: Puedo hacer cosas que tú no puedes, tú puedes hacer cosas que yo no puedo; y juntos podemos hacer grandes cosas

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¿Debilidad o fortaleza?

La flaqueza y la fortaleza no son opuestas. Porque cuando somos débiles, entonces podremos ser fuertes, porque podremos serlo con las fuerzas del Dios Todopoderoso

En el artículo “La conexión” dijimos: Si nos tomamos el tiempo suficiente para reflexionar un poco sobre todo lo que está sucediendo actualmente, hallaremos una circunstancia muy común en las distintas situaciones que se nos presentan cada día: un desgasteUn desgaste que nos agobia, porque muchas veces hasta la más mínima cosa que nos ocurre se vuelve difícil. Cuando esto sucede no nos sentimos felices, ya que el desgaste en sí nos podría afectar de muchas formas. Sin embargo va a depender mucho de en qué nos enfocamos al pasar por esas situaciones. Hemos mencionado antes lo negativo que es para el ser humano el orgullo, ese que nos hace creer mejores que los demás. Y que el antídoto para eso es una postura de mayor humildad ante la vida, algo que comienza con nuestra elección de estar asumiendo dicha postura ante lo que nos va sucediendo día a día, aclarando que humildad no significa pensar menos acerca de nosotros, sino en nosotros.


Tendemos a sobrevalorar nuestra fortaleza y capacidad, y a creernos más indispensables de lo que somos. Pero si seguimos con esa mentalidad, empeñados en hacerlo todo por nuestra propia cuenta, podríamos descubrir que somos prescindibles. Si llega el día en que nos desplomemos física, mental o emocionalmente y seamos incapaces de hacer nada, notaremos que el mundo sigue adelante sin nosotros.

Todos estamos predispuestos a depositar la confianza en nosotros mismos, y no en Dios. Podemos depositar confianza en nuestra fuerza física, formación, educación, talentos o experiencia. Y la verdad es que requerimos, y con urgencia, de un cambio de paradigma en nuestro corazón: la debilidad humana no es sinónimo de desventaja, menos aún en el ámbito espiritual. Ciertamente que desde ese punto de vista todos somos débiles. Nuestras fuerzas son muy limitadas, y lo comprobaremos a medida que las situaciones en que nos hallemos se tornen cada vez más difíciles, más desgastantes, por los motivos que sean. No obstante quienes parecen débiles y se apoyan de verdad en Dios son más bien fuertes, ya que sus fuerzas en realidad provienen del Dios Todopoderoso. Y mientras más lo hacen, más ocasión tendrá Dios de obrar con sus fuerzas en y a través de ellos. Porque los aprietos del hombre son las oportunidades para Dios.

Toda persona, aún la más débil, siempre tiene algo para dar. Creemos usualmente que ser fuerte es bueno e indica carecer de debilidades, y que ser débil es malo y denota carecer de fuerzas. Aunque la flaqueza y la fortaleza no son opuestas. Porque cuando somos débiles, entonces podremos ser fuertes, porque podremos serlo con las fuerzas del Dios Todopoderoso.

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Reparar…mientras podamos

Unas palabras a los padres: tenemos que elegir nuestras palabras con sumo cuidado, en especial delante de nuestros niños e hijos de todas las edades. Es muy grande, más de lo que imaginamos, la influencia que tienen las palabras de los padres en sus hijos

Hemos dicho a menudo que uno de los errores más comunes que cometemos es no reflexionar más, en especial sobre lo que nos está sucediendo cada día. Si lo hiciéramos, entre tantos conflictos nos percataríamos de que nuestras propias debilidades nos deberían hacer compadecernos de las flaquezas de los demás. Y además de que el remedio para los agravios es perdonarlos y olvidarlos, de verdad. Porque cualquier otra opción va a causar más daño.

A continuación un relato real que vivió una persona conocida, que fue publicado hace algunos años, el nombre está cambiado; creo que la enseñanza que deja es válida para todas las edades:

Tenía catorce años cuando conocí a José. Él era un poco mayor y, al igual que yo, pasaba por la difícil etapa de la adolescencia. Nos hicimos amigos y juntos nos divertimos mucho.

No recuerdo qué pasó entre nosotros. Hubo palabras duras y lágrimas. La imagen de él, con el pelo empapado bajo la lluvia y lágrimas resbalando por sus mejillas, se quedó para siempre grabada en mi memoria. Quise reparar el daño, pero me faltó valor y no supe hacerlo. La situación me parecía demasiado compleja. José y yo nos distanciamos.

Pasaron los años y no supe más de él. Tiempo después, amigos mutuos me hicieron saber que estaba en coma. Había caído unos treinta metros mientras escalaba una montaña. El corazón me dio un vuelco. En ese instante comprendí que jamás lo volvería a ver. Los médicos se esforzaron por ayudarlo, aunque José murió al cabo de unas semanas.

Después de aquello, durante un tiempo yo no podía conciliar el sueño de noche, deseando fervientemente que hubiésemos resuelto nuestras diferencias y así haber seguido siendo amigos. Tenía la certeza de que había perdido toda oportunidad de hacerlo. Me preguntaba si él me habría perdonado el daño que le había causado, si podía observarme desde el Cielo y si comprendía el dolor que azotaba mi alma. Luego, una noche, me vino la respuesta a mi interrogante. No era nada largo ni complicado; pero era todo lo que me hacía falta para librarme del remordimiento. Oí claramente una voz en mi cabeza. Era José, que me decía: « ¡Siempre te consideré mi amiga!» Se me llenaron los ojos de lágrimas. Comprendí que todo estaba perdonado. A mi corazón llegó la paz.

Entonces me propuse que jamás dejaría transcurrir un día sin hacer las paces con aquellos a quienes ofendiera, por si no se me vuelve a presentar la ocasión de hacerlo. Hoy podría ser mi única oportunidad de demostrar a alguien que es importante para mí, de decirle: «Te quiero», y hacer las paces.

Unas palabras a los padres: tenemos que elegir nuestras palabras con sumo cuidado, en especial delante de nuestros niños e hijos de todas las edades. Es muy grande, más de lo que imaginamos, la influencia que tienen las palabras de los padres en sus hijos.

Al final una frase para reflexionar: El mundo está lleno de belleza cuando el corazón está lleno de amor… aún este mundo en que vivimos.


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